La política de género es algo se ha puesto de moda en los últimos años. La izquierda lo ha tomado como una de sus banderas, ahora todas sus propuestas, todos sus planteos son analizados y realizados desde una “perspectiva de género”. Como no podía ser de otra forma, las instituciones conducidas por la izquierda se han plegado a esta nueva tendencia intentando en muchos casos ser la vanguardia de estas políticas, ejemplos claros son la Intendencia de Montevideo y, por supuesto, la Universidad. Cada 8 de marzo estas instituciones sacan a relucir sus carteles a favor de la igualdad de género, comparten con el resto de la sociedad sus “avances” en el tema, realizan campañas de concientización, crean comisiones para combatir el acoso, impulsan políticas que dicen combatir la desigualdad de género, etc., etc.
La desigualdad entre hombres y mujeres no es una novedad, el machismo, la misoginia, el acoso, son moneda corriente en nuestra sociedad, la lucha del movimiento feminista y de mujeres ha puesto estos temas sobre la mesa pero aún esta lejos de resolverse y la mayoria de las mujeres siguen conviviendo con esto de forma cotidiana lo que hace necesario tomar acciones al respecto y dejar de naturalizar estas injusticias.
La Universidad se ha caracterizado por autoproclamarse la reserva moral de la sociedad, el lugar donde se crea el conocimiento científico, técnico y humano, donde se encuentran los “más capacitados” de la sociedad. Es por eso que para cada hecho político y social relevante que acontece en el país, creen que tienen la obligación moral de pronunciarse, de dar su opinión “calificada” y neutra, de ser la vanguardia y un ejemplo a seguir.
El tema de la igualdad de género y el acoso hacia las mujeres es el tema de vanguardia que ha tomado la Universidad en los últimos años. Si bien no es un tema nuevo dentro de la institución, desde el inicio del rectorado de Rodrigo Arim, quien ha manifestado en varias oportunidades su interés de contribuir a mejorar la situación de las mujeres en la UdelaR, se ha dado un nuevo impulso al tema. En marzo de 2019 el Consejo Directivo Central reafirmó su compromiso con erradicar el acoso y la violencia de genero a la interna de la Universidad y tomó la siguiente resolución: “Para la Universidad de la República no son admisibles actos de violencia física o psicológica, el trato denigrante, irrespetuoso o discriminatorio y todos aquellos comportamientos que por provocar humillación, ofensa injustificada, temor, daño físico o emocional puedan contribuir a crear un ambiente de trabajo o estudio intimidatorio, ofensivo u hostil, así como que tampoco tolera comportamientos de acoso sexual, laboral o en las relaciones de estudio”
Sin embargo, más allá de los papeles y las resoluciones bonitas ¿realmente existe un compromiso de esta institución en trabajar para erradicar este tipo de situaciones, realmente hay interés de solucionar los problemas de acoso, de machismo, de desigualdad de género o simplemente es una política que queda bien expresar de puertas para afuera, pero puertas para adentro la situación es muy distinta? En abstracto y para posiciones generales todos somos férreos defensores de la igualdad de género, pero cuando se presentan casos concretos ¿cómo reacciona la Universidad?
La hipocresía y la doble moral
Hace 3 años la matemática grado 5 radicada en china, Jana Rodriguez, realizó una denuncia a través de las redes y la prensa sobre el acoso sexual y laboral que recibió durante 15 años en el instituto de matematicas de la Facultad de Ingenieria, concretamente denunciaba al entonces grado 5 Jorge Lewowicz y la forma de vinculación que se promovia desde la comunidad matemática que propiciaba espacios donde existía lugar para el acoso y abuso de poder. Para describir ese ambiente denunciado citamos un texto de un propio docente de matemática que lo realizó para defender a los matemáticos denunciados y es muy gráfico: “En esta dinámica se rompía y se rompe, por lo menos en apariencia, la verticalidad haciendo que se comparta sin reparos momentos de intimidad donde la bohemia es el código para el comportamiento del grupo. Para ser más explícitos: se comparten fiestas, alcohol, drogas, asados, salidas, y todo lo que se asocia a un espacio de bohemia. El ambiente chico y la existencia de rangos donde estudiantes son docentes facilita en gran medida esta construcción.”
En ese entonces el Consejo de la Facultad de Ingeniería tomó conocimiento de las situación denunciada, pero al tratarse de una denuncia no formal, no tomó ninguna medida concreta lavándose las manos, a pesar de que se denunciaba un ambiente laboral propiciada por docentes de matemática de dicha institución que no parecían para nada tolerables.
Estas denuncias realizadas -bastante graves por cierto- no generaron ningún tipo de acción por parte de ningún organismo universitario, al parecer la Universidad no estaba tan comprometida con proporcionar un ambiente de trabajo-estudio libre de violencia, acoso y discriminación más alla de los papeles.
Pero la situación denunciada no terminó ahí. Meses después otra matemática, Adriana Da Luz realizó en la comisión de acoso central de la Universidad, una denuncia de acoso sexual al docente grado 5 de matemática de la Facultad de Ciencias, Martín Sambarino. En setiembre de 2019 el Consejo de dicha facultad resuelve iniciar una investigación administrativa sobre los hechos denunciados y dos años después, en octubre del 2021 el informe de dicha investigación concluye que el Prof. Sambarino cometió una falta administrativa grave y que de la misma surge probada la existencia de Acoso Sexual, por lo que el Consejo de Ciencias resolvió por unanimidad destituirlo y elevarlo al Consejo Directivo Central de la Universidad el tema ya que es ese organismo el que tiene la potestad de destituir a los docentes.
Recién el martes pasado (3 años después de que se realizó la denuncia), el Consejo Directivo Central de la Universidad resolvió parcialmente este asunto y devolvió el tema al Consejo de la Facultad de Ciencias. El Consejo universitario resolvió, que si bien había existido conductas inapropiadas por parte del docente grado 5, las mismas no ameritaban la destitución. A pesar del discurso a favor de la igualdad de género y en contra del machismo y la violencia que saca a relucir la universidad cada 8 de marzo, a la hora de votar la destitución de un grado 5 por acoso, solo los estudiantes, 2 egresados y 1 docente votaron dicha sanción. Al resto del consejo directivo central -2 delegados por el sindicato docente, todos los decanos, el rector (los cuales también son docentes)- les pareció excesiva la destitución.
¿Quién es la Universidad?
¿Por qué el tema en cuestión generó tanta dificultad a la interna universitaria? ¿Hubiera sido igual el tratamiento del tema si el acusado fuera un estudiante o un grado 1? ¿Le sería tan difícil al Consejo Directivo Central tomar una resolución sobre el tema? Evidentemente no.
Y es que el problema de esta denuncia es que además de recaer sobre un destacado académico (para la universidad el “aporte” académico del acusado es un atenuante y parece habilitarlo a tener determinado tipo de conductas), se denuncia el accionar y la complicidad de toda la comunidad matemática. Los matemáticos representan un área docente con intereses muy fuertes a la interna de la universidad y con un peso político importante, no olvidemos que han aportado varios rectores. Esto es así debido a que gran parte de su actividad profesional se realiza dentro de la institución, viven de la institución, son la institución. Y esta denuncia pone contra las cuerdas la supuesta reserva moral que se arrogan.
Es por eso que no dudaron ni un segundo en salir a defender a Sambarino, porque en definitiva estaban defendiendo a toda la academia, estaban defendiendo su lugar de privilegio, estaban defendiendo que el conocimiento y el aporte científico está por encima de cualquier otro valor, y es que en definitiva eso es lo que los hace sentirse superiores al resto.
¿La Universidad es la reserva moral de la sociedad?
Con esta forma de accionar del Consejo Directivo Central, del Rector y de todo el cuerpo docente, queda claro que la política que se dice impulsar sobre la igualdad de género y por una universidad libre de acoso y machismo no es más que letra muerta en alguna resolución y alguna campaña publicitaria. Situaciones de acoso, de abuso de poder por parte de docentes hacia estudiantes, o de grados altos a grados bajos son prácticas cotidianas, conocidas y avaladas por quienes conducen la institución -los docentes- que no tienen el más mínimo interés en solucionar realmente el problema. Este asunto se manejó con hipocresía y doble moral, donde los docentes y académicos estaban más preocupados por mantener el “prestigio” de la Universidad y de la comunidad matemática que por la gravedad de la denuncia. En vez de reflexionar sobre este tipo de situaciones inadmisibles y tomar medidas que contribuyan a rectificar los comportamientos incorrectos e intolerables, se opta por negarlos, ocultarlos y desacreditar a cualquiera -sobretodo si es mujer- que deje al descubierto el machismo, la misoginia y la impunidad de quienes se creen merecedores de un trato preferencial por tener un nivel académico elevado. Todo el desarrollo y desenlace de este tema deja en evidencia que la Universidad no solo está lejos de ser la reserva moral de la sociedad, sino que es todo lo contrario, la reserva de la hipocresía.