A lo largo de la historia las luchas de las mujeres han tenido momentos de grandes movilizaciones y conquistas y momentos de retrocesos. A fines de 2016 resurge un gran movimiento mundial de mujeres a raíz de varios ataques en contra de sus derechos. Un primer hito fue la gran movilización de las mujeres en Polonia frente al intento de volver ilegal la practica del aborto, lo que generó movilizaciones de mujeres en varios países de Europa y América, luego ocurrió la multitudinaria marcha en defensa de los derechos de las mujeres realizada en enero de 2017 en Washington DC como respuesta a los comentarios misoginos de Donald Toump, a lo que se sumó el aumento de movilizaciones de mujeres en América Latina por el aumento de los femicidios. Todos estos hechos fueron difundidos y apoyados en distintas partes del mundo, desarrollándose una gran cantidad de movilizaciones. Este procesó culminó en la conformación de un movimiento llamado “Paro Internacional de Mujeres” que convocó a miles de mujeres en todo el mundo a salir a las calles el 8 de marzo de 2017. Uruguay no quedó por fuera de todo este movimiento, sucediendo el 8 de Marzo de 2017 una de las marchas más masivas en la historia de nuestro país.
Desde ese momento, aunque también en los años previos, comenzaron a crecer una gran cantidad de grupos y organizaciones feministas y de mujeres, que empezaron a poner en el debate público y de forma masiva los problemas de las mujeres como la violencia machista, los femicidios, el aborto, la prostitución, la trata, la doble opresión, entre otros. Se realizaban movilizaciones callejeras como las “alertas” frente a cada femicidio, la marcha de “Ni Una Menos”, actividades sobre la trata y prostitución, todas con una buena convocatoria. Ese mismo año, luego de un trabajo importante de distintas organizaciones se lleva a cabo en Uruguay el primer Encuentro de Mujeres, copiando la idea del encuentro argentino que llevaba realizándose desde hace más de 30 años. Ese encuentro movilizó alrededor de 200 mujeres que se juntaron a discutir sobre los distintos problemas que viven.
Los diversos colectivos que conformaban el movimiento reflejaban distintos enfoques sobre el problema de la mujer. Por un lado existía una visión liberal que en líneas generales planteaba los problemas de desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y la violencia machista, poniendo como principal problema el sistema patriarcal y planteando como solución la sororidad y las reformas legales que establezcan igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Por otro lado otros colectivos que hacían énfasis en los problemas materiales y laborales de las mujeres, denunciando el sistema económico como la principal causa del problema de las mujeres. Pero a pesar de las diferencias todos estos colectivos tenían algo en común: la mujer como eje central de sus luchas y reivindicaciones.
Este auge del movimiento permaneció durante algunos años logrando una movilización importante de mujeres en nuestro país. Sin embargo la misma fue disminuyendo y hoy en día, si bien persisten varios colectivos y organizaciones muchos de los cuales son ONGs, son un grupo reducido que no logra movilizar a la gran masa de las mujeres. Poder analizar cuales fueron algunas de las causas que llevaron al desarme de ese movimiento es fundamental para reorganizar nuestro trabajo y orientarlo correctamente para volver a colocar sobre la mesa las demandas más urgentes de las mujeres y sumarlas a la lucha por sus derechos y en contra de la explotación y opresión que viven diariamente.
Teoría queer: una teoría misógina
Los diversos grupos feministas que planteaban los problemas de las mujeres fueron poco a poco transformando sus planteos, tomando como base ideológica la teoría queer, comenzaron a reivindicar temas vinculados a cuestiones de identidad, orientación sexual y género. Este viraje en las posturas dentro del espectro feminista y la incapacidad de muchos colectivos de responder a los planteos que los interpelaban fueron alejandolos de la amplia masa de mujeres y reduciendo su capacidad de convocatoria.
Aunque resulte natural que la protagonista de los movimientos feministas y de mujeres sea la mujer, el avance de la teoría queer ha puesto en duda esta premisa básica impulsando la idea de que la mujer no debe ser el sujeto político del movimiento feministas.
La teoría queer surge en los años 90 desde la academia y tiene como a una de sus principales referentes a Judith Butler, una intelectual norteamericana ligada al establishment político del Partido Demócrata. Esta teoría que se plantea como radical por “cuestionar” los roles de género establecidos, plantea la existencia de múltiples géneros e identidades, desde un punto de vista subjetivo e individualista donde cada persona puede definirse y autopercibirse como le parezca, cualquiera puede sentirse mujer y, por lo tanto, ser mujer. Esta autopercepción se da sobre la premisa de que hasta ahora lo que conocemos como categoría mujer es simplemente una construcción social y cultural. Toda esta teorización concluye en que como la categoría mujer es una definición arbitraria dada por la sociedad, no existe la mujer como tal. En definitiva el objetivo de esta teoría es la eliminación del sujeto mujer y como consecuencia no tiene sentido que la misma sea el elemento central y aglutinador de las luchas y organizaciones feministas.
Eliminar a la mujer como sujeto político de los movimientos feministas es negar la existencia de los problemas específicos que tienen las mujeres. Es negar que las mujeres sufren violencia machista de distintas formas, violencia que causa muertes y daños físicos y psicológicos. Es negar que fruto de la opresión que viven y de la imposición de los parámetros de conductas acordes al género que se les asigna, éstas terminan reprimiendo varios aspectos de su vida que hacen al desarrollo pleno, desde lo deportivo hasta lo sexual. Es negar que producto de los roles de género se les imponen asumir las tareas del hogar, de crianza y de cuidados, duplicando de esta forma su jornada laboral. Asumir la teoría queer es negar que sobre la base del hecho objetivo del sexo biológico se ha desarrollado históricamente hasta nuestros días la opresión y explotación específicas de las mujeres. Es por todo esto que la teoría queer es una teoría que, aparentando ser revolucionaria y open minded, es fundamentalmente misógina.
Increíblemente, esta teoría que cuestiona la existencia de la mujer es adoptada por organizaciones y grupos que se denominan feministas, los que fueron dejando de lado las reivindicaciones específicas de las mujeres, para tomar reivindicaciones de otros colectivos.
Encuentro de Mujeres del Uruguay
De los procesos más claros del avance de la teoría queer es la degeneración que tuvo el Encuentro de Mujeres del Uruguay. Este encuentro que en su primera edición realizada en 2017 discutió varios de los problemas de las mujeres y logró visibilizar a las mismas como sujetos políticos, hoy ha sido totalmente desmantelado en su objetivo y esencia.
Ya al finalizar el primer encuentro se propuso cambiarle el nombre, para pasar a llamarse Encuentro de Mujeres Lesbianas y Trans del Uruguay, y luego del segundo encuentro se propuso nuevamente modificar el nombre para Encuentro de Mujeres Lesbianas, Trans y No Binaries del Uruguay, nombre que mantiene hasta la actualidad. Además de la modificación del nombre, que ya marca un significativo cambio de rumbo con respecto al primer encuentro, se realiza también un viraje en los contenidos y en la propia estructuración del encuentro, donde año a año se priorizan más los talleres que son espacios cedidos a distintos colectivos, ONGs, emprendedoras, etc., para hacer una presentación en el Encuentro, que las “rondas de intercambio” que son los espacios de discusión. Lo que prima es juntarse, aunque no exista un objetivo, para que cada uno pueda expresar su opinión o sentimientos, de esta forma se pierde cualquier posibilidad de realizar un resumen colectivo, de problematizar sobre los problemas generales de las mujeres, de lograr un marco común de reivindicaciones que unifique la lucha de las mujeres. Todo esto ha producido una merma en la participación año a año de mujeres.
Otra característica de estos espacios, a pesar de reivindicarse como “democráticos” y abiertos, es la prohibición a cuestionar determinadas ideas establecidas como incuestionables o de discutir con otros participantes. Esta censura que se oculta en que cada persona tiene el derecho de sentirse e identificarse como le parezca no permite que se pueda desenmascarar la eliminación de la mujer como categoría. Por ejemplo, el encuentro denomina expresamente a las lesbianas en su nombre, como si estas no fueran mujeres, su justificación para esto es que plantean que hay lesbianas que no se consideran mujeres. También se acepta la participación de hombres que se consideran mujeres o no binaries. Se da por hecho que debemos aceptar sin cuestionar que cada uno se autoperciba como le parezca, pero por mas que un hombre se sienta mujer, este no va a tener los mismo problemas que tienen las mujeres por el hecho de serlo, como la carga que le impone la sociedad a las mujeres con el rol de la maternidad, la doble jornada laboral o el acoso constante, el miedo a ser violadas, el aborto entre otras. Cada persona se autopercibe como les parezca, pero de ahí a borrar espacios específicos de mujeres y cambiar las reivindicaciones del movimiento de mujeres para que un grupo de personas se sientan contempladas, es diferente. Las mujeres no pueden sacrificar sus espacios y su movimiento por hacerse cargo de los problemas y reivindicaciones de otros.
Otro tema no menor, refiere a lo que implica aceptar que una persona se autoperciba mujer y como lo expresa. En general los hombres que se autoperciben mujeres refuerzan roles de género impuestos por la sociedad contra los que las mujeres han luchado arduamente. El uso de determinada ropa, el maquillaje, el resentimiento de determinadas partes del cuerpo vinculado a lo sexual es la forma con la que “demuestran” que son mujeres, en definitiva de esta manera lo que se transmite es que ser mujer es algo superficial.
El obrerismo, otra cara de la misoginia
Por otra parte, esta nueva orientación queer que adoptaron la mayoría de las organizaciones feministas, cayó como anillo al dedo para aquellos que escondiendo su misoginia en un análisis supuestamente materialista del problema de la mujer, aprovechen para ridiculizar toda la historia de la lucha de las mujeres. Estos plantean que la mayoría de las reivindicaciones de las feministas ya están resueltas en la actualidad o que son secundarias, incluso llegan a plantear que el feminismo es reaccionario, ¿como puede ser reaccionario un movimiento que lucha por los derechos de las mujeres? Por más que no se plantee un cambio estructural del sistema y muchos de estos derechos en la práctica no se apliquen, no puede categorizarse de reaccionario a este movimiento. O acaso también plantean que los sindicatos son reaccionarios porque defienden los derechos de los trabajadores en el marco de este sistema económico?
También plantea que los únicos problemas que aquejan a las mujeres, por lo menos los que parecen importantes, son económicos y son los mismos que afectan a los hombres de la clase obrera. Se autoproclaman defensores de los derechos de las mujeres, pero se aferran a la idea de que la única opresión que sufre la mujer es la opresión de clase y combaten con gran virulencia el concepto de sororidad escondiendo en definitiva su rechazo a la lucha de las mujeres. Estos planteos fuertemente obreristas, simplifican el problema de las mujeres trabajadoras a cuestiones vinculadas estrictamente con situaciones económicas, desconociendo, negando o minimizando cualquier otro aspecto de la vida de las mujeres. Pero, ¿qué consecuencias tiene este planteo? La negación de los problemas específicos de las mujeres lleva indefectiblemente a la conclusión de que no es necesario realizar un trabajo específico, es asumir que hombres y mujeres tienen los mismo problemas en función de la clase social a la que pertenecen, es negar que vivimos en una sociedad machista y que por lo tanto la clase obrera también reproduce el machismo. Esto quiere decir que así como la mujer trabajadora es explotada y oprimida por hombres y mujeres de la clase dominante, también es oprimida y sufre violencia por hombres de su misma clase social.
Esta es la realidad con la que tenemos que trabajar sin caer en la posición de que los hombres de la clase obrera son los enemigos de las mujeres. Esto obliga a incluir en el programa de la revolución la resolución de los problemas específicos de las mujeres, problemas que tanto hombres y mujeres de la clase obrera tienen que luchar para erradicar, comenzando porque los sectores avanzados de la clase instrumenten una práctica política y un tipo de relaciones diferentes.
Nuestra experiencia en el trabajo específico de las mujeres
La creación de lo que fue en su momento nuestro frente de mujeres, el Colectivo Mujeres en Lucha, surgió en el marco del auge del movimiento de mujeres a nivel mundial, con el objetivo de poder en primera instancia comprender el origen de la opresión de las mujeres y aportar a la lucha de las mujeres trabajadoras.
Al inicio participamos de diversos espacios de debate y coordinación de distintos grupos feministas, como la coordinadora de feminismo y la coordinación del Encuentro de Mujeres del Uruguay. Pero estos espacios estaban liderados por corrientes liberales y radicales con las cuales no compartimos el análisis sobre el problema de la mujer, por lo que decidimos dejar de participar. Poco a poco nos fuimos alejando de todos los colectivos y organizaciones que no compartían nuestra línea y, producto de nuestra incapacidad política, en vez de dar la disputa ideológica para ganar a más mujeres para una perspectiva revolucionaria y socialista optamos por el camino fácil y cómodo: evitar cualquier debate público que implicara dar una disputa ideológica. Esto limitó fuertemente nuestro crecimiento, tanto teórico como práctico.
Al decidir alejarnos de estos espacios y esquivar el intercambio y el debate con otras corrientes, reorganizamos nuestra labor y comenzamos a trabajar a nivel barrial, donde tuvimos una buena respuesta, logramos poner sobre la mesa temas como la doble jornada laboral o la violencia y consiguiendo movilizar una cantidad interesante de mujeres. Sin embargo, fuimos dejando ese trabajo de lado para dedicarnos solamente a la realización de talleres de discusión y grupos de estudios, por lo que el colectivo se vio reducido a reuniones de discusión entre mujeres que compartían las mismas ideas.
En cuanto al desarrollo teórico, este también sufrió un retroceso. Cada vez más crecía la idea de que los problemas importantes de las mujeres se reducen a cuestiones netamente laborales o económicas, tildando cualquier otro asunto como problemas de mujeres burguesas o pequeñoburguesas, y que por lo tanto no eran problemas que nos interesan abordar. Este obrerismo que se expresaba en el último tiempo en el trabajo del Colectivo reflejaba en: la incapacidad teórica y política de explicar mediante un análisis propio la situación de la mujer; y la permeación de ideas machistas y misóginas que iban ganando terreno y que, ocultándose detrás de un supuesto análisis materialista, negaban la existencia de problemas específicos de las mujeres más allá de los vinculados a su pertenencia a la clase obrera.
Este análisis equivocado nos llevó a que desde el Colectivo de mujeres abandonáramos determinadas reivindicaciones, a esquivar la lucha ideológica y a reducir el trabajo de mujeres a su mínima expresión. Esto dio como resultado la desaparición en los hechos del Colectivo. En este sentido es necesario asumir la crítica a la forma que viró el trabajo hacia las mujeres, rectificar las orientaciones obreristas y sectarias que se impusieron en nuestro trabajo para poder retomarlo correctamente.
Las bases que proponemos para recomponer el movimiento de mujeres
Como paso fundamental para reconstruir un movimiento de mujeres es necesario denunciar el intento de borrado de las mujeres como sujeto político. Debatir públicamente porque la teoría queer, adoptada y difundida por la mayoría de los grupos de izquierda y feministas, es una teoría reaccionaria y misógina. Recuperar los espacios de debates y organización de mujeres que fueron usurpados como el Encuentro de Mujeres del Uruguay volviendo a poner las demandas de las mujeres como eje principal del mismo.
Es necesario construir un movimiento de mujeres que se oponga públicamente a que en sus espacios participen con un rol protagónico personas no binarias o que se identifiquen con el género femenino pero que no son objetivamente mujeres. Si bien esto puede generar que nos tilden de reaccionarias o mujeres privilegiadas, no podemos olvidar que la opresión sufrida históricamente por las mujeres se sostiene sobre el hecho objetivo del sexo biológico y por el rol de genero asignado al mismo dentro de la sociedad y la familia. Por lo que negar esta realidad es retroceder en el avance y conquistas que dieron años de lucha. Tenemos que defender que los espacios de mujeres vuelvan a tener como columna vertebral las reivindicaciones y demandas de las mujeres.
Es necesario volver a poner sobre la mesa las reivindicaciones más urgentes de las mujeres mediante material de agitación, talleres y debates, como el tema del acoso, de la violencia, de la maternidad y la maternidad subrogada, la doble jornada laboral, el acceso a la salud, la sexualidad y la prostitución. Estos problemas afectan en mayor o menor medida a todas las mujeres, teniendo en cuenta que las condiciones económicas en la mayoría de los casos profundizan y empeoran estos problemas.
Debemos demostrar la vinculación de los problemas actuales de las mujeres, con el lugar que ocupan en la producción social y dentro de la estructura familiar, demostrando que la verdadera y única liberación de la mujer sólo es posible en una sociedad que se organice de forma diferente. Que si bien es necesario organizarse y luchar por mejorar las condiciones en la actualidad, los avances que puedan existir mediante la aprobación de leyes o la firmas de acuerdos internacionales a favor de los derechos de las mujeres, no son garantías. Ejemplos de estos sobran, la ley por la interrupción voluntaria del embarazo no asegura que esta práctica sea una posibilidad real para todas las mujeres, la ley en contra de la violencia de género no soluciona ni solucionará la violencia machista ni los femicidios, que exista un protocolo de actuación frente a situaciones de acoso tampoco evita que se siga existiendo el acoso o que se mire para el costado cuando sucede. Es necesario tener presente que todos los elementos machistas y remanentes del patriarcado son propios de las sociedades donde las relaciones sociales están marcadas por la explotación de una clase sobre la otra, por la opresión de un sexo sobre el otro. Sólo la abolición de este tipo de relaciones económicas y la destrucción de la economía doméstica familiar individual por una economía socializada permitirá destruir estos vestigios del patriarcado, la cultura machista de nuestra sociedad y el género como tal. Solo en el socialismo se darán las condiciones para un desarrollo pleno e igualitario de todas las mujeres.