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Sobre el XIV Congreso del PIT-CNT: la izquierda cierra filas y deja de lado a la clase obrera

El pasado 5 y 6 de noviembre se realizó el XIV Congreso del PIT-CNT que estableció a Marcelo Abdala (PCU), como Presidente de la central sindical, a Joselo López (COFE – En Lucha) y Elbia Pereira (Articulación) como Vicepresidente y Secretaria General respectivamente.

Este suceso, generó varios hitos relevantes en el desarrollo de la táctica del movimiento sindical, así como también, gracias al peso de éste en el llamado movimiento social y su supeditación a la política electoral, tiene importantes consecuencias en el escenario político a nivel general.

En ese sentido, vale resaltar el afianzamiento de un frente único cada vez más delimitado y explícito de las distintas fuerzas que comprenden y tienen peso real en el movimiento sindical con el objetivo de obtener un nuevo gobierno progresista de la mano del Frente Amplio.

Pese a que esto no sorprende a nadie, debemos mencionar que una vez más la dirección de la central quedó en manos de los sectores más consolidados y explícitos del oportunismo y de la descompuesta burocracia sindical: la central sigue en manos de la misma tendencia tal como ha venido sucediendo en los últimos congresos.

Aunque se resalte el crecimiento relativo de la Coordinadora de Sindicatos, corriente dirigida por pseudoanarquistas y con una presencia testimonial de dirigentes de la izquierda extrafrenteamplista diluidos y sin voz propia en ella, esto es un hecho anecdótico debido al grado de acuerdo que esta tendencia tiene con los sectores más relacionados a la conducción y a que sus disputas son meramente limitadas en relación a cómo se gestiona la central y cuestiones accesorias que escapan a definiciones tácticas serias, lo que se comprobó tanto en los documentos previos al Congreso como en las definiciones por acuerdo que se tomaron.

El objetivo general del presente artículo será el de analizar los principales puntos de acuerdo en los tres documentos de orientación presentados (Coordinadora de Sindicatos, En Lucha y PCU-Articulación) aclarando puntualmente cuando esto sea particularidad de una u otra tendencia, con el fin último de marcar tajantemente nuestras discrepancias y criticar como a nuestro entender, el movimiento sindical es hoy una anexión a la política institucional burguesa supeditado a la escena electoral.

El cambio en la correlación de fuerzas dentro del gobierno y el parlamento no cambia el carácter de clase del mismo

Relacionado a lo anterior, podemos comenzar señalando el perfecto acuerdo entre las tendencias a la hora de enfatizar la existencia de un cambio de situación tras la llegada del gobierno encabezado por Luis Lacalle Pou y la conformación de una coalición de gobierno conocida como Coalición Multicolor entre el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto y el Partido Independiente; partidos que representan abiertamente los intereses de la burguesía compradora más vinculada al capital financiero, la burguesía vinculada al agro, a los remanentes de la decadente (en peligro de extinción) burguesía industrial nativa y a los mandos altos de las Fuerzas Armadas.

Esto se sustentaría en la supuesta existencia de dos modelos en pugna, la de estos actores y la de los “sectores populares”, donde el Frente Amplio, según qué tendencia lo caracterice, sería el representante de las amplias mayorías de la sociedad o un mediador que la favorece por su política de conciliación de intereses de toda la sociedad.

A través de esto, según afirman, la Coalición Multicolor llegó para llevarse todo lo bueno de los gobiernos del Frente Amplio y arremeter contra las conquistas de las clases trabajadoras y por ende, el objetivo del movimiento sindical y de todo el movimiento social en su conjunto es la de organizarse para enfrentar en exclusivo al gobierno y gestar la vuelta del Frente Amplio a la conducción del Estado, lo que justifica la conformación de un frente único de toda la izquierda, tanto la frenteamplista como la compuesta por los “críticos” con el fin de ese objetivo.

Para nuestro Partido, a esta conclusión solo se puede llegar ocultando la realidad objetiva y sometiendo el análisis exclusivamente a las disputas que existen entre los partidos burgueses, entendiendo que solo a través de la política burguesa y en el marco de sus instituciones se puede gobernar el país y que -pese a que en teoría lo nieguen- el modo de producción capitalista es la única opción posible, porque, claro está, a la burguesía como clase en sí no se la cuestiona en ningún momento.

Al contrario de esto, nosotros afirmamos que el Frente Amplio, lejos de representar los intereses de la clase obrera y demás clases trabajadoras, por la composición social de sus dirigentes, por su programa y sobre todo por su práctica, tiene el mismo proyecto económico y político que el gobierno actual, limitando sus discrepancias con el mismo a cómo se gestiona el Estado y la economía nacional supeditada a los intereses del imperialismo. El Frente Amplio es la expresión de la pequeña burguesía atada de pies y manos al desarrollo capitalista en el país.

Las políticas de “conciliación de clase” que favorecen a los trabajadores no existen. Sustancialmente, las mejoras parciales que se obtuvieron durante los dos primeros gobiernos del Frente Amplio 2005-2010 y 2010-2015 se debieron a coyunturas determinadas como los altos precios de las materias primas en el mercado internacional, o se dieron a costa del endeudamiento -y por ende al mayor sometimiento- de la economía nacional para con el capital financiero, o por un contexto mundial que permitió la llegada de inversiones que hipotecaron la ya reducida soberanía nacional. Las políticas de “conciliación de clase” también ayudaron a desorganizar a la clase obrera, generaron condiciones para un nuevo ajuste fortaleciendo el poder económico y político de la burguesía. Claramente quien se benefició de todo esto fue la burguesía, la clase obrera se encuentra hoy desarmada política e ideológicamente y sufre un empeoramiento notorio de sus condiciones de vida sin oponer siquiera resistencia.

Como los tres documentos reconocen, durante los gobiernos del Frente Amplio, la matriz productiva se mantuvo incambiada, se fortaleció la primarización de la economía, el peso de la producción industrial se vio disminuida y cientos de miles de trabajadores pasaron al desempleo, el seguro de paro o a la precariedad laboral, no a pesar de estos gobiernos sino con los mismos.

Que se quiera mostrar y se argumente de forma unánime que existe un cambio sustancial en la forma de gobernar por la llegada de la coalición, ocultando adrede el relacionamiento del nuevo gobierno con el anterior, solo demuestra con qué fortaleza el progresismo logró domesticar al movimiento sindical poniéndolo tras sus intereses.

El ajuste fiscal que hoy realiza el gobierno contra los trabajadores y en particular el que sufre la clase obrera que ve con impotencia como se le recortan beneficios, se le precarizan las condiciones de trabajo y pierde salario en el caso de que no se encuentre entre la fila de desempleados, no es solo el resultado de la voluntad de un gobierno “perverso” como se lo quiere mostrar, sino que es consecuencia de la necesidad que tiene la economía capitalista uruguaya de frenar el déficit fiscal del Estado, rebajar salarios para mantener la ganancia de los capitalistas y recortar en general ante la incapacidad de seguir endeudándose. El anterior gobierno del Frente Amplio fue fiel a esta lógica, jamás cuestionó el capitalismo y dio los primeros pasos en el ajuste que hoy se está desarrollando1.

¿Qué propone el movimiento sindical para paliar la crisis sin perjudicar aún más a la clase obrera? No pago de la deuda externa, aumentar la carga impositiva a los grandes inversores y a las grandes extensiones de tierra, planes sociales, contratación de mayor cantidad de empleados públicos, rever el peso y el uso de las compras públicas.

Teniendo en cuenta el carácter dependiente de la economía uruguaya, es decir, una economía que se mantiene mayoritariamente en base de la inversión de capitales extranjeros, de las exportaciones (mayoritariamente agropecuarias) y de la posibilidad de contraer deuda, estas medidas son irrealizables en el marco actual. No son posibles si no se cambia la matriz productiva, y no se puede cambiar la matriz productiva manteniendo los medios de producción en manos de la burguesía que en casi 200 años que existe Uruguay como Estado independiente apenas ha hecho insignificantes intentos de modificar algo.

Lo único posible, es quizás, rever las compras públicas, lo que se haría a expensas de un mayor déficit fiscal con sus consecuencias con el objetivo de beneficiar a pequeñas y medianas empresas que son poco competitivas. Esto acarrearía un aumento de costos, lo que significaría utilizar los fondos del Estado para rescatar a un sector específico de la burguesía que sería aún más parasitario de lo que ya es. Por ende, creemos que es una propuesta reaccionaria y contradictoria a los intereses de la clase obrera a la que no se le aseguraría nada con la misma.

El movimiento sindical y sobre todo el Frente Amplio no se plantea en ningún momento ni estaría dispuesto a enfrentar una fuga masiva de capitales, un paro agrario o un bloqueo comercial como resultado de estas medidas que se plantean (¡para un gobierno “de derecha”!), razón por la que cuando las circunstancias favorables para el Uruguay terminaron y las tasas de ganancia de la burguesía empezaron a reducirse, los gobiernos de la izquierda no dudaron en ajustar como hoy lo hace la coalición y el movimiento sindical no dudó en fundamentarlo como lo hizo justamente para evitar reacciones como estas.

La crisis que hoy sufren los trabajadores no se debe al accionar desconsiderado de un gobierno reaccionario y antipopular, sino a que el sistema económico vigente en el Uruguay está en estrecha contradicción con el bienestar de las amplias mayorías de la sociedad.

La economía uruguaya necesita reinsertarse en el mercado mundial y para eso necesita aumentar su productividad como consecuencia de desarrollar la industria y la técnica; barrer con la pequeña producción y el comercio especulativo que es ineficiente en términos de competitividad y que no da beneficios a la sociedad; socializar la tierra y promover bajo esa base el latifundio en manos de la clase obrera para una mejor planificación y uso del suelo, lo que obliga también a acabar con todos los emprendimientos que van en contradicción con esto. Solamente bajo estas bases, la clase obrera no será víctima de ajustes periódicos tal como vienen sucediéndose desde hace al menos 60 años. Eso obliga a expropiar a la burguesía que es incapaz de desarrollar este proyecto.

Hasta el momento, tanto los partidos tradicionales, como el Frente Amplio y ahora la Coalición se han encargado de administrar este modelo sin cuestionarlo, lo que nos trae a la situación actual. Por ende, militar por un nuevo gobierno progresista es transitar por un callejón sin salida en el que el movimiento sindical se encuentra actualmente muy cómodo y conforme.

El referéndum contra la LUC

Sin lugar a dudas una de las demostraciones más cabales del grado de descomposición política e ideológica del movimiento sindical son las consideraciones que se hacen en torno al referéndum contra la LUC y la campaña de recolección de firmas que llevó a la habilitación de éste.

En un momento de avance objetivo sobre las condiciones materiales de la clase obrera, la central sindical que se arroga un rol vanguardista en la lucha de clases del país no se ha planteado pelear consecuentemente contra el desempleo, por frenar el deterioro de las condiciones de trabajo, por mejorar las condiciones salariales; mucho menos ha planteado algo que pretenda hacer avanzar a la clase obrera en ningún sentido como puede ser la vivienda, la salud, obtener derechos políticos o algo que se le parezca. En vez de esto a impulsado como principal eje de su actividad el referéndum contra los 135 artículos de la LUC.

Esto no lo planteamos porque aspiremos a que el movimiento sindical actual haga algo de esto, ni porque tengamos algún resquicio de esperanza de que eso suceda. Lo que queremos demostrar es la contradicción entre los intereses del movimiento sindical con los de la clase obrera.

A lo que hay que sumar que la intersocial que el PIT-CNT integra y en gran medida conduce, pese a denunciarque el gobierno “viene con todo” a quitar derechos y conquistas y denuncia la pauperización general de los sectores populares, tiene como prioridad táctica desmovilizar a amplios sectores y a otros, que sí moviliza, a hacerlo en torno a una campaña electoral, que lejos de ser democracia directa como arrogan, es una demostración del circo que es la democracia burguesa que rige en el Uruguay.

La LUC ya se está aplicando, pero por otro lado, las leyes que han sido sometidas a consulta popular siendo rechazadas por este mecanismo, de hecho, se siguen implementando. Las empresas públicas si bien no se privatizaron directamente, se han desmantelado y se tercerizan servicios a diestra y siniestra; se permitió la privatización parcial de agua a través de la Ley de Riego y la desmonopolización de ANCAP es algo que se discute cada vez que se renueva el parlamento.

Es decir, las consultas populares son papel mojado para la burguesía, son solo una forma de hacer conocer la opinión de las personas habilitadas a votar. En definitiva, lo que frena una ley impopular o permite la concesión de una ley favorable a la clase obrera y sus aliados es el grado de movilización que se consiga para el fin planteado.

Desde hace años se viene atacando las condiciones materiales de la clase obrera sin que esta pueda dar un mínimo de respuesta, lo que refleja su desmovilización, y si sumamos la inefectividad a largo plazo de los resultados de un referéndum que a grandes vistas es, algo así, como el juego de la mosqueta aplicado en términos políticos, vemos como en el mejor de los casos nos quieren llevar a otro callejón sin salida.

En este escenario adverso, el movimiento sindical, en su Congreso, reafirmó seguir teniendo un papel lamentable, legitimando los recortes, priorizando su disputa mediática con el gobierno y perfilando la campaña electoral para 2024. Toda la parafernalia que se utiliza para hacer pasar el referéndum de los 135 artículos de la LUC como un hito en la lucha de clases, un mojón en la política nacional y demás sinsentidos, no hace más que reflejar el intento desesperado de un sector indirectamente aliado a la burguesía de seguir distrayendo a la clase obrera de sus problemas reales.

La representatividad del movimiento sindical

Si bien el movimiento sindical que se agrupa en forma cuasi hegemónica en el PIT-CNT reivindica el monopolio de representación de toda la clase obrera, la realidad es otra. El movimiento sindical en nuestro país está asentado en primer término en los empleados públicos, es en este sector donde existen los más altos grados de sindicalización, en segundo lugar, en trabajadores con una situación material superior a la media del sector privado como la banca, los metalúrgicos o la construcción.

Estos sectores si bien representan una minoría de la clase obrera que vive además con privilegios relativos, son los que hoy tienen un amplio peso de afiliados y sindicatos en el movimiento sindical, teniendo una sobre representación en la escena social. Y por su situación material, tienen en la actualidad, una tendencia natural hacia la conciliación y la política reformista. Las conducciones del PIT-CNT actual y sus orientaciones reflejan en gran medida el estado subjetivo en que se encuentra la mayoría del movimiento sindical.

Pero, además, estos sectores en los que se apoya el movimiento sindical tienen otra particularidad: son la base social del Frente Amplio. Por esto, cualquier intento de crecer dentro del movimiento sindical para disputar espacios dentro de la burocracia, obliga -como vemos que sucede- a tomar el programa de esta fuerza política.

La gran mayoría de la clase obrera, fruto de los cambios en las formas de trabajo, en el aparato productivo y en el desinterés de los dirigentes sindicales en organizarla se encuentran por fuera del movimiento sindical o tienen como referencias sindicatos que son brazos abiertos de los empresarios. Por lo que la representación del PIT-CNT es limitada y se concentra en determinados sectores de la clase obrera y de la pequeña burguesía sindicalizada, que además es un sector hoy permeado por las concepciones reformistas. Por fuera del movimiento sindical se encuentran miles de trabajadores que son los más golpeados por el ajuste, y que hoy no tienen una expresión propia.

La unidad como dogma y la unidad de la clase obrera

Es inevitable cada vez que se analiza algo relacionado al movimiento sindical y a la izquierda en general ver o escuchar innumerables referencias y aclamaciones vacías en torno a la unidad.

Sin dudas que hoy, vista con el prisma de la izquierda, la unidad es un dogma que se utiliza para someter a todos los vacilantes que pretenden criticar a la conducción. Así se inventan frases como “la crítica en el marco de la unidad”, “el debate de ideas en la perspectiva de la unidad”, “militar en clave de unidad” entre otros mamotretos que, pese a sonar responsables, confrontativos y críticos con una realidad que rompe los ojos, en los hechos significa el sometimiento de las minorías para con la mayoría que conduce efectivamente la central, hecho que se da en toda la historia de la misma sin ningún tambaleo.

Cuando se actúa en términos de unidad con el oportunismo más rancio representado por Abdala, Pereira, López, Bermúdez y compañía, cuando se rechazan los principios propios en función de la unidad o se reconoce que no se tiene discrepancia de principio con estos elementos, estamos frente a faltas graves que colocan a unos y a otros en la vereda de los principales enemigos de clase del proletariado.

Vale decirlo por más obvio que parezca, el Congreso del PIT-CNT se realiza con el objetivo de trazar la táctica del movimiento sindical por todo un periodo; en otros ámbitos se resuelven las consignas que lo orientan en cada situación política, por qué se lucha y por qué no: ¿se puede actuar en minoría “en clave de unidad” con elementos con los que se tiene discrepancias de principio? Creemos que no.

Cuando desde el Congreso del Pueblo en 1964 se convoca a la Convención Nacional de Trabajadores a toda la izquierda, o al menos una mayoría abrumadora, para trabajar “en clave de unidad”, se consolida un frente único que agrupa a toda la izquierda, que es fortalecido después por organizaciones unitarias a tal punto de negar la libertad de tendencias en muchos espacios, eliminando en ocasiones expresiones propias y listas sindicales para actuar -e incluso diluirse- como un único bloque.

Con el diario del lunes, los marxistas-leninistas vemos cómo las tendencias que se asumían revolucionarias sellaron la unidad a largo plazo con partidos y organizaciones abiertamente traidoras como el PCU o el PS, reformistas insalvables como los GAU, el PDC, o incluso con foquistas y anarquistas, que si bien en muchos casos intentan diferenciarse de los sectores más reformistas, no se puede negar que se sumaron al proyecto de estos al integrarse a la CNT y subordinarse a las tácticas y orientaciones de la misma. Si en su momento este proyecto unitario conducido por el oportunismo ya era un retroceso importante para la clase obrera e integrarse al mismo significaba un grave error para cualquier revolucionario proletario, hoy es un delirio que nos propongamos la unidad con estos sectores, incluso en luchas muy concretas es impensable, dado que la práctica ha demostrado lo contrarias que son a nuestros intereses con estas organizaciones y cómo históricamente se han destacado por claudicar o traicionar abiertamente a la clase obrera.

Por otro lado, el carácter de masas que hoy tienen las organizaciones sindicales en sí es cada vez más cuestionable al punto de que la misma burocracia sindical reconoce la existencia de contradicciones en ese aspecto lo que hace que toda militancia unitaria con estos elementos sea completamente nociva.

Esto hoy no es comprendido por la izquierda y tampoco por supuestos “revolucionarios” que producto de su eterno seguidismo tienen más años de existencia que militantes afiliados actualmente, lo que nos hace cuestionar cómo se ha gestado la unidad del movimiento social y el nulo rol que tuvieron los revolucionarios en ese sentido a causa de la inexistencia de un Partido Comunista orientado por los principios del marxismo-leninismo.

Con esto, se hace necesario denunciar con firmeza a los que deciden día tras día desarrollar su práctica en unidad con la burocracia sindical y emprender con la humildad de nuestras fuerzas, pero con la firmeza de nuestros principios, la tarea que emprendieron los comunistas hace 100 años: forjar la unidad de la clase obrera en base a la defensa de sus intereses en contraposición de la unidad de tendencias en defensa de los intereses de corrientes enemigas de la clase obrera.

La descomposición política de quienes hoy conforman la burocracia sindical se ha desarrollado a niveles impensables: corrupción en plan de vivienda sindical, cursos de formación pagados por la Unión Europea, viajes a Israel, firma de acuerdos a espaldas de los trabajadores y un etcétera eterno que hace que la desconfianza de los trabajadores en las actuales organizaciones sindicales sea cada vez mayor, así como el escaso acatamiento a las medidas que se impulsan. Quienes a pesar de eso deciden seguir llamando a la unidad con estos elementos es -y así lo demuestran sus tesis- porque son una simple oposición reducida a cuestiones accesorias.

Insistimos, nuestra unidad y solidaridad será siempre con las masas cuando estas luchan en base a los intereses objetivos de la clase obrera, cuando las luchas que se estén planteando ayuden a su organización efectiva y constituyan un avance en la organización de la clase obrera en sí y para sí.

Evidentemente, esto no es la unidad que plantea la burocracia sindical y sus seguidores la cual está pensada con el único propósito de llegar con fuerzas a las elecciones y hacer campaña para el Frente Amplio que es un partido burgués que está muy lejos está de defender nuestros intereses.

Conclusiones

El XIV Congreso del PIT-CNT ayuda a reafirmar la tesis de que la central sindical hoy es una pata más de la izquierda y que las tendencias que tienen relevancia en su seno, pese a su aspecto crítico son de hecho una expresión más del progresismo que se expresa electoralmente a través del Frente Amplio.

A su vez, el desarrollo de los acontecimientos y la táctica general que ha tomado la izquierda en el último periodo remarca que la unidad de la izquierda detrás del Frente Amplio es una realidad cada vez más palpable. En este objetivo juega un rol fundamental la Intersocial aglutinando a todo el “movimiento social” bajo la táctica y el programa del Frente Amplio en su objetivo de volver al gobierno.

El movimiento sindical, salvo contadas y aisladas excepciones, se conforma como una oposición mediática al gobierno dejando en segundo plano los intereses de la clase obrera y cualquier análisis racional y serio que impliquen contradicciones para la táctica electoral del Frente Amplio. Así es que todas sus críticas al gobierno omiten cualquier vínculo con las políticas de los gobiernos anteriores. A modo de ejemplo, se critica el estado del sistema de salud durante la pandemia y no se cuestiona el SNIS; se cuestiona el avance represivo del gobierno de la coalición pero no se dice nada respecto al apoyo que ha significado para esto la inversión en materia represiva durante los gobiernos del FA; se critica el estado de precarización en el que se encuentra la clase obrera pero ni siquiera se esboza decir cómo se llegó a la situación actual, como si todo un proceso se hubiese efectuado de un día para el otro. Esto es una tendencia que se repite constantemente y que obliga a denunciar cómo la burguesía tiene asegurada su gobernabilidad utilizando a la izquierda como muro de contención de la lucha de la clase obrera.

Dentro de este marco, se resalta que no existen discrepancias de principio entre las distintas tendencias que integran hoy el PIT-CNT, sino que hoy simplemente se disputan el ejercicio de la burocracia sindical en base a una oposición basada en aspectos secundarios.

Estas tendencias hoy comparten la definición táctica de militar por la vuelta del Frente Amplio al gobierno y disciplinarse bajo un plan de trabajo común e incluso de consignas comunes.

Merece atención la involución sufrida por la llamada Coordinación de Sindicatos que lejos de ser una alternativa clasista, desde que sus principales dirigentes llamaron a votar al FA a través de la carta a las izquierdas, sus esfuerzos objetivos están en legitimarse como el ala radical del progresismo. Pese a que esto no se explicite, el hecho de que las prioridades en su campaña hacia el congreso haya sido la ampliación de la mesa representativa, el compartir la dirección con las otras tendencias a través de los coordinadores y el tratamiento del Sindicato Policial habla por sí solo. Esta tendencia lejos de romper se siente muy cómoda en la convivencia armoniosa con el PCU, Articulación y En Lucha.

Sacando las distintas acrobacias para no llamar las cosas por su nombre, es claro cómo esta corriente se incorpora a las filas del progresismo solapada y paulatinamente, dirigiendo su discurso al público frenteamplista. Para eso evita en todo su documento mencionar al Frente Amplio (no lo hace ni una sola vez) y pide perdón por cada crítica que realiza a los gobiernos de izquierda para terminar aclarando que son lo mejor que le ha pasado a la clase obrera; es decir, hace la pose de crítico para después concluir esencialmente lo mismo que el PCU y Articulación.

Las tendencias minoritarias que se han apoyado en esta corriente tienen la obligación de desprenderse de este armado o correr el riesgo de terminar definitivamente empantanados, camino que ya están transitando.

Por otro lado, analizando las propuestas expuestas como paliativos a la crisis, también podemos confirmar que nuestras discrepancias no son solamente por la forma en que la burocracia sindical actúa y las definiciones tácticas que toma, sino que también son programáticas.

La asimilación de la ideología burguesa por todas las tendencias mencionadas es muy palpable. Para eso hacen uso de un vocabulario lleno de eufemismos, permeado por el academicismo más rancio con tintes de obrerismo que barnizan la ideología burguesa que adoptan.

Todo lo anterior nos obliga a insistir en la importancia de conformar un Movimiento Político que logre aglutinar a amplios sectores de la clase obrera en la lucha por mejoras sustanciales en sus condiciones de vida, apostando a generar una ruptura clara y contundente con la izquierda.

La lucha por mejores condiciones de trabajo, en contra de la carestía de la vida, en defensa de un sistema de salud de calidad, por vivienda, entre otras, el fortalecimiento del movimiento estudiantil sobre nuevas bases y la creación de un frente de mujeres que atienda las particularidades de la mujer con perspectiva de clase, son tareas urgentes que no son recogidas por la izquierda concentrada en hacer campaña electoral y recoger la agenda del posmodernismo.

Es por esto que necesitamos un espacio que pueda impulsar y organizar estas luchas, construir unidad real bajo perspectivas de clase y terminar con el legalismo extremo impregnado por años de dominación del reformismo. No debemos escatimar esfuerzos en la construcción de Poder Obrero como expresión de este movimiento político proletario con perspectivas de masas, capaz de dotar ideológicamente a la clase obrera y revertir el estado de ánimo actual en el que se encuentra, asignándole nuevamente el rol de clase dirigente en el proceso de transformación social que el Uruguay que necesita

Notas

1. Sin duda cómo el Frente Amplio fue generando las condiciones para el ajuste en curso requiere un artículo aparte y por su extensión excede el actual. Pero vale mencionar: desindexación de los salarios, tercerizaciones en el Estado, marco legal para el desarorllo de las tercerizaciones en el sector privado, reglamentación de la práctica sindical, militarización de la policía, decreto que obliga a negociar los derechos conquistados en cada acuerdo salarial, utilización de las empresas públicas y de las tarifas públicas en particular como generación de ingresos, entre otros fueron medidas que tomó el FA ante la crisis.

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